viernes, 6 de julio de 2012

INDEPENDENCIA, LIBERTAD Y FRACASO


Yo veo la realidad de manera algo distinta. A veces me defino como idealista o excéntrico. Muchas veces no encajo en lo “normal”, en lo común y establecido. Ayer conmemoramos la “independencia” de Venezuela un año más. Y las palabras libertad y soberanía salen a relucir. Se realizan desfiles y actos protocolares. Es la costumbre de años que ya son décadas, incluso ya más de dos siglos.

Considero que la lucha por la independencia de España fue algo necesario. Todos los pueblos – entendiendo pueblo como un grupo definido de personas con un conjunto de tradiciones e identidad definidos – tienen la necesidad de expresarse libremente, de desarrollar esas características que le son propias sin que otro grupo humano les dicte la manera en que deben hacerlo ni mucho menos que pretendan dominarlos. Se siguen librando guerras alrededor del mundo por este motivo, y se seguirán librando porque como seres humanos cedemos a nuestra tendencia natural al control, la manipulación y el empoderamiento sobre otros.

Por otro lado, existe la tendencia extrema en el sentido de entender la libertad como aislamiento. Como ausencia de relación con el otro. La ley del hielo. La ruptura de relaciones diplomáticas. La enemistad sin guerra, pero también sin afinidad. Muchas veces buscando que la otra parte “rectifique”.

Tanto en el plano personal como a nivel nacional, los seres humanos tendemos puentes o los rompemos. Es una dinámica de amor-odio que bascula de un lado al otro, casi siempre movida porintereses egoístas y no por amor.

He llegado a entender que si el principio que rige nuestra vida, nuestras conductas, nuestras iniciativas, no está enraizado en el Amor, aun cuando tengamos las mejores intenciones al respecto terminaremos con más problemas que cuando comenzamos. Y esto tiene que ver con lo profundo que está en nosotros arraigada la idea de que la libertad es el bien máximo, entendiendo la libertad como la capacidad de hacer lo que yo quiera, como yo quiera, cuando yo quiera.

El ser humano nunca podrá ser libre. Sin saberlo está confinado. Tenemos una existencia limitada sobre esta tierra. Tenemos limitaciones físicas importantes. Cada día que envejecemos nos recuerda lo efímeros que somos. Al mirar al cielo de noche se nos recuerda que nuestro sentido de grandiosidad como género humano no tiene sentido ante la vastedad del universo en el que vivimos. Nos hacemos ilusiones de control con muchos de nuestros logros, pero realmente formamos parte de algo mucho más grande que nosotros.

Nuestras vidas sólo tienen sentido en la medida en que nos apegamos a la Fuente de la existencia. Hace pocos días se descubrió lo que casi con seguridad es el bosón de Higgins, un componente esencial de toda la materia, la partícula que le da instrucciones a los elementos para que interactúen de una u otra manera. Instintivamente un editor la llamó “la partícula de Dios” y creo que tiene sentido. Los físicos explican que estos bosones son los que le dan sentido de peso a la materia, así como dentro del agua nos damos cuenta de nuestro peso. Es como si Dios se mostrara a nosotros de una nueva manera. Claro que vamos a pretender dominar este descubrimiento y establecer nuevos niveles de autosuficiencia con él. Pero siempre estaremos fuertemente limitados. Porque somos finitos. Porque somos parte de un todo, y nunca seremos más que eso.

Los físicos dicen que más allá de los límites del universo está la nada. La ausencia del tiempo y del espacio. Yo sé que allí es donde está el Creador. Claro que no solamente allí, sino aquí entre nosotros, como esa partícula, como ese bosón de Higgs diciéndonos “¡Aquí estoy. Escúchame. Permíteme darle verdadero sentido a todo en tu vida. Déjame cuidarte y guiarte más cerca de Mí!” Su intención dese el inicio siempre ha sido la misma: tener una familia, un hogar, una humanidad para compartir con ella los tesoros de Quien es Él y de lo que ha hecho para nosotros.
Así que tanto en el plano cósmico, como en el plano nacional y político, hasta llegar al plano de una sencilla relación entre dos seres humanos, existe la posibilidad de entender, de aprehender la realidad de la existencia y la participación de Dios en nuestros asuntos para nuestro bien. Este entendimiento sólo puede llegar si Dios mismo nos lo transmite personalmente. Yo me preguntaba hace tiempo la razón de ser de la vida como la conocemos. Hoy en día ya no me pregunto eso. Ahora le pregunto a Dios cómo colaborar con Él en Su Idea para nosotros. Hoy quiero participar en Su plan para la humanidad. Hoy creo y ya no dudo, y cada cosa que sucede la ubico dentro de ese entendimiento, dentro de mi caminar con Él, porque sé que si no lo hago entonces todo pierde sentido.

Si mi libertad depende del sometimiento del otro, no es libertad.

Si mi bienestar pasa por ocasionarle mal a otro, entonces no es bueno.

Si para ganar otra persona debe perder, entonces no es victoria.

Me importas tú porque Dios también te hizo a ti junto conmigo. Somos hermanos a pesar de no pensar igual e independientemente  de que seamos amigos o de que pensemos distinto.

Todos fallamos, todos tenemos defectos. Y todos necesitamos los unos de los otros.

Lo que siempre ha hecho y sigue haciendo falta entre nosotros es una voluntad de colaborar mutuamente en nuestras necesidades, pero la única forma de llegar a eso es vernos entre todos como prójimos.

El fracaso de la humanidad se debe a nuestra ceguera espiritual, a nuestra pretensión de emanciparnos de Dios.

Que Dios pudiera “dominar” nuestros pensamientos, palabras y acciones es el ideal de los siglos. Que así sea.

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