jueves, 26 de julio de 2012

La prensa que vale la pena leer

Muy buenos días. Hace unas dos semanas me ecnontré con este artículo de prensa. Generalmente las noticias son bastante negativas, y en mi opinión puede llegar a ser deprimente "estar enterado" de lo que sucede todos los días. Pero en ocasiones hay noticias que sí vale la pena leer y difundir. Me dio mucho gusto leer esta historia. La recomiendo y tambíen pido que la difundan si les gusta. A continuación el enlace:

http://www.eluniversal.com/sucesos/120708/me-hice-respetar-peleando-con-chuzos

Mis felicitaciones a la periodista. También escanée la versión impresa. Bendiciones.


jueves, 19 de julio de 2012

NO LO LLAMES SUERTE, LLÁMALO GRACIA

Nuestro lenguaje dice mucho de lo que somos. Por eso sostengo mi posición de que debemos controlar nuestro lenguaje. Si nuestra boca es sucia, eso habla de la condición interior de nuestra persona, además de que contaminamos a los demás con nuestras palabrotas.
Así mismo, cuando utilizamos mal el lenguaje y llamamos a una persona o a un objeto de manera equivocada, mostramos “flojera” intelectual. Y eso también habla de nuestra condición interior. No digo que no nos podemos cansar a veces, o simplemente equivocarnos. Pero como dije en otro artículo, si necesitamos aspirar siempre a ser mejores.
Quiero iniciar con este mensaje un llamado de atención particular a esa manera que tenemos de expresarnos acerca de lo que nos ocurre. Nuestra vida es un cuento que puede ser una historia de terror, un cuento de hadas, o una historia inspiradora para otros. Y eso depende mucho de lo que hacemos con nuestra vida, así como de la manera en que la relatamos, la recordamos, la transmitimos.
Escucho a las personas diciendo continuamente que a las personas que les va bien en la vida, es porque tuvieron “suerte”. Entonces utilizamos la palabra suerte para identificar todo lo que ocurre que es agradable, placentero o bueno. Yo termino pensando que entonces pareciera que la mayoría de la gente cree que lo que nos ocurre es “buena suerte” o “mala suerte” y punto.
Yo no lo veo de esa manera. Yo creo firmemente que existe una capacidad que Dios le da al ser humano de ir labrando su futuro. Yo no soy el producto de una serie de “coincidencias”. El hecho de que yo no conozca las razones para muchas de las cosas que suceden no tendría que limitarme a decir “fue suerte”. Tenemos que aprender a ser más humildes pero también a pensar mejor las cosas.
Mi historia de vida tiene muchos eventos asombrosos. Situaciones que dieron un giro y que cambiaron las cosas de manera definitiva: la historia de vida de mis padres, la manera en que se conocieron, su vida en común, mi llegada al mundo, mi crianza, son hechos que parten de decisiones de otras personas que vivieron antes que nosotros y que van construyendo una herencia, una gran historia. No siempre sabemos por qué tomamos las decisiones que tomamos, pero desconocer la intervención de Dios en nuestras vidas es un gran error.
Por eso yo propongo el término “gracia” en vez de suerte para referirnos a aquellas cosas que suceden en nuestras vidas, que sucedieron desde la antigüedad, y que seguirán sucediendo muchos después, que son demasiado importantes, demasiado trascendentes para dejárselas al azar. Fue Albert Einstein quien dijo que Dios no juega a los dados. Nada es casualidad. Ni tampoco suerte.
De hecho, hasta para ganarse la  lotería hay que comprar boletos. Hay que jugar. Pero eso solamente te da probabilidades. Sin embargo, para las cosas más importantes de la vida, no podemos dejar las cosas a la suerte. Ni tampoco darle crédito a la fortuna. Yo por mi parte reconozco la intervención de Dios en mi vida, para lo agradable y también para lo desagradable. Y también reconozco que en ocasiones he sido terco y orgulloso y muchas veces por eso me he perdido de buenas oportunidades.
Así que les dejo esa propuesta. Piensen bien en esto. ¿Seguirás creyendo que lo que sucede es cuestión de suerte o se lo atribuirás a un conjunto de factores, entre los cuales el más importante es el Creador del universo, Quien tiene Su obra en Sus manos y decide lo importante? Por supuesto Él no es el Único que decide. También existe el mal tratando de controlarnos y estamos nosotros, la admirable y detestable raza humana, luchando a veces sin saber por qué ni para qué.
Yo pienso que valemos mucho más que para adjudicarle a la suerte o al destino nuestro futuro. La gracia de Dios es, entre otras cosas, ese atributo por el cual estoy escribiendo estas líneas, esa provisión constante de oxígeno para respirar, de soporte a mis funciones vitales, de inspiración para pensar, crear y compartir. Es parte de la naturaleza de un Dios amoroso y generoso, que nos quiere para bien.
Por eso yo lo llamo gracia, no suerte. ¿Y tu?

jueves, 12 de julio de 2012

¡PALABRA!

En mi hogar de origen mis hermanos y yo teníamos un dicho que no tenía "derecho a pataleo". Es decir, podíamos querer jugarnos una broma entre nosotros, pero cuando se invocaba ese dicho, había que decir la verdad sobre el asunto en cuestión. Ese dicho era "PALABRA DE HOMBRE".

Les coloco un ejemplo. Supongamos que yo le estaba echando un cuento a uno de mis hermanos sobre una aventura que me había ocurrido en el colegio y que, llegado cierto momento, había una situación en el cuento que a mi hermano le pudiera parecer una mentira, algo increíble. Él pondría cara de incrédulo y entonces diría: ¿Palabra de hombre?, y si lo que yo estaba diciendo era cierto entonces respondería, ¡Sí, palabra de hombre! Después de eso, él simplemente me creía y ya. Lo mismo ocurría si nos prometíamos algo. Decir "palabra de hombre" era sinónimo de compromiso "patria o muerte" por decirlo de alguna manera.

Curiosamente mi esposa tambíen tenía una frase similar entre ella y sus hermanos. Ellos decían (y todavía se dicen) "di palabra", y si se dice palabra, es definitivo.

Últimamente me doy cuenta de la degradación de nuestra sociedad en un aspecto que tiene que ver con la anécdota de arriba. Ya no parecemos capaces de sostener nuestra palabra empeñada delante de los demás. Yo me tomo esto muy en serio, a veces pienso que demasiado, pero como entenderán por otros escritos míos, creo que necesitamos más bien subir el estándar que bajarlo.

Recientemente mi compromiso con mis palabras fue probado de manera bastante dura. Le di mi palabra a una compañera de trabajo de que le haría una suplencia un día determinado. Una semana antes, se me presenta una oportunidad de trabajo y la gente que me contrataba necesitaba que comenzara de inmediato. Yo tenía el compromiso con mi compañera. Tenía que decidir entre hacer la suplencia y perder la nueva oportunidad, o decirle que sí a la gente del nuevo trabajo y defraudar a mi compañera.

Lo escribo de esta manera porque precisamente eso es lo que hacemos cuando empeñamos nuestra palabra en algo y luego decimos que no. Sin importar lo que ocurra, debemos ser celosos en el cumplimiento de nuestros compromisos. Quizás la situación que les cuento no parezca demasiado importante, pero mi punto es que necesitamos ser responsables con nuestras palabras.

Para terminarles el cuento, decidí comunicarle a mi compañera que no podría hacerle la suplencia. Por supuesto que se preocupó y se molestó conmigo, pues apenas faltaban unos pocos días para la fecha que ella debía ausentarse, y conseguir otra persona a esas alturas era bastante difícil. Y entonces sucedió algo que lo cambió todo. En medio de la conversación que teníamos, ella me recordó mi compromiso. Me recordó mi "palabra". Yo había quedado comprometido con ella en el momento en que le dije, "Sí yo te hago esos días". A pesar de que eso implicaba dejar la otra opción, yo tenía que cumplir con mi palabra, con mi compromiso. Así que le pedí perdón por haberle causado ese momento de angustia y le reiteré mi compromiso de hacerle la suplencia.

Para mi favor, en el otro trabajo sucedió algo que me permitió comenzar después de haber hecho la suplencia. Algunos lo llamarán suerte. Yo lo llamo la Gracia de Dios en nuestras vidas. Aunque si no hubiera sucedido aquello, igualmente hubiera estado contento de mantener mi palabra.

Con tristeza he visto que en general las personas no tienen el mismo cuidado con sus compromisos. Estamos acostumbrándonos lamentablemente a excusarnos demasiado por no cumplir con lo que habíamos dicho. Nos estamos acomodando, relajando en medio de nuestro fraude verbal y conductual.

Los inconvenientes, las emergencias, los imponderables siempre van a surgir. Pero queda de nosotros honrar nuestra palabra empeñada. Yo tampoco soy pefecto, y no llegaré a serlo en esta vida. Pero lucho por llegar a serlo. Y creo que todos deberíamos luchar.

Mis más sinceras oraciones porque sus vidas se vean llenas de Gracia y Paz de parte del Dios vivo.

viernes, 6 de julio de 2012

INDEPENDENCIA, LIBERTAD Y FRACASO


Yo veo la realidad de manera algo distinta. A veces me defino como idealista o excéntrico. Muchas veces no encajo en lo “normal”, en lo común y establecido. Ayer conmemoramos la “independencia” de Venezuela un año más. Y las palabras libertad y soberanía salen a relucir. Se realizan desfiles y actos protocolares. Es la costumbre de años que ya son décadas, incluso ya más de dos siglos.

Considero que la lucha por la independencia de España fue algo necesario. Todos los pueblos – entendiendo pueblo como un grupo definido de personas con un conjunto de tradiciones e identidad definidos – tienen la necesidad de expresarse libremente, de desarrollar esas características que le son propias sin que otro grupo humano les dicte la manera en que deben hacerlo ni mucho menos que pretendan dominarlos. Se siguen librando guerras alrededor del mundo por este motivo, y se seguirán librando porque como seres humanos cedemos a nuestra tendencia natural al control, la manipulación y el empoderamiento sobre otros.

Por otro lado, existe la tendencia extrema en el sentido de entender la libertad como aislamiento. Como ausencia de relación con el otro. La ley del hielo. La ruptura de relaciones diplomáticas. La enemistad sin guerra, pero también sin afinidad. Muchas veces buscando que la otra parte “rectifique”.

Tanto en el plano personal como a nivel nacional, los seres humanos tendemos puentes o los rompemos. Es una dinámica de amor-odio que bascula de un lado al otro, casi siempre movida porintereses egoístas y no por amor.

He llegado a entender que si el principio que rige nuestra vida, nuestras conductas, nuestras iniciativas, no está enraizado en el Amor, aun cuando tengamos las mejores intenciones al respecto terminaremos con más problemas que cuando comenzamos. Y esto tiene que ver con lo profundo que está en nosotros arraigada la idea de que la libertad es el bien máximo, entendiendo la libertad como la capacidad de hacer lo que yo quiera, como yo quiera, cuando yo quiera.

El ser humano nunca podrá ser libre. Sin saberlo está confinado. Tenemos una existencia limitada sobre esta tierra. Tenemos limitaciones físicas importantes. Cada día que envejecemos nos recuerda lo efímeros que somos. Al mirar al cielo de noche se nos recuerda que nuestro sentido de grandiosidad como género humano no tiene sentido ante la vastedad del universo en el que vivimos. Nos hacemos ilusiones de control con muchos de nuestros logros, pero realmente formamos parte de algo mucho más grande que nosotros.

Nuestras vidas sólo tienen sentido en la medida en que nos apegamos a la Fuente de la existencia. Hace pocos días se descubrió lo que casi con seguridad es el bosón de Higgins, un componente esencial de toda la materia, la partícula que le da instrucciones a los elementos para que interactúen de una u otra manera. Instintivamente un editor la llamó “la partícula de Dios” y creo que tiene sentido. Los físicos explican que estos bosones son los que le dan sentido de peso a la materia, así como dentro del agua nos damos cuenta de nuestro peso. Es como si Dios se mostrara a nosotros de una nueva manera. Claro que vamos a pretender dominar este descubrimiento y establecer nuevos niveles de autosuficiencia con él. Pero siempre estaremos fuertemente limitados. Porque somos finitos. Porque somos parte de un todo, y nunca seremos más que eso.

Los físicos dicen que más allá de los límites del universo está la nada. La ausencia del tiempo y del espacio. Yo sé que allí es donde está el Creador. Claro que no solamente allí, sino aquí entre nosotros, como esa partícula, como ese bosón de Higgs diciéndonos “¡Aquí estoy. Escúchame. Permíteme darle verdadero sentido a todo en tu vida. Déjame cuidarte y guiarte más cerca de Mí!” Su intención dese el inicio siempre ha sido la misma: tener una familia, un hogar, una humanidad para compartir con ella los tesoros de Quien es Él y de lo que ha hecho para nosotros.
Así que tanto en el plano cósmico, como en el plano nacional y político, hasta llegar al plano de una sencilla relación entre dos seres humanos, existe la posibilidad de entender, de aprehender la realidad de la existencia y la participación de Dios en nuestros asuntos para nuestro bien. Este entendimiento sólo puede llegar si Dios mismo nos lo transmite personalmente. Yo me preguntaba hace tiempo la razón de ser de la vida como la conocemos. Hoy en día ya no me pregunto eso. Ahora le pregunto a Dios cómo colaborar con Él en Su Idea para nosotros. Hoy quiero participar en Su plan para la humanidad. Hoy creo y ya no dudo, y cada cosa que sucede la ubico dentro de ese entendimiento, dentro de mi caminar con Él, porque sé que si no lo hago entonces todo pierde sentido.

Si mi libertad depende del sometimiento del otro, no es libertad.

Si mi bienestar pasa por ocasionarle mal a otro, entonces no es bueno.

Si para ganar otra persona debe perder, entonces no es victoria.

Me importas tú porque Dios también te hizo a ti junto conmigo. Somos hermanos a pesar de no pensar igual e independientemente  de que seamos amigos o de que pensemos distinto.

Todos fallamos, todos tenemos defectos. Y todos necesitamos los unos de los otros.

Lo que siempre ha hecho y sigue haciendo falta entre nosotros es una voluntad de colaborar mutuamente en nuestras necesidades, pero la única forma de llegar a eso es vernos entre todos como prójimos.

El fracaso de la humanidad se debe a nuestra ceguera espiritual, a nuestra pretensión de emanciparnos de Dios.

Que Dios pudiera “dominar” nuestros pensamientos, palabras y acciones es el ideal de los siglos. Que así sea.