viernes, 18 de septiembre de 2020

A veces, no se puede hacer nada

 Estamos tan acostumbrados al "hacer". Y a veces, simplemente no hay mucho, o nada, qué hacer.

Más de las veces que queremos admitir, no es mucho lo que se puede hacer en ciertas circunstancias.

Por supuesto que soy partidario de mantenerse activo: hacer ejercicio, relacionarse, trabajar. Eso es bueno y necesario.

Pero, ¿cuanto tiempo le dedicamos a la resignación? Si, a la resignación. A reflexionar sobre aquellas situaciones, personas, eventos, planes, sobre los que no tenemos control y en las que hemos dado incluso más de lo que nuestras fuerzas podían.

¿Con cuánta frecuencia nos rendimos abre la evidencia, por ejemplo, de que estamos agotados de cierta manera de proceder? ¿O de que tenemos demasiado tiempo en algo sin ningún motivo, propósito o resultado?

Éste es el punto de partida de todo cambio. Llegar a darnos cuenta de que estamos dando vueltas sobre nosotros mismos. Entonces podemos plantear alternativas.

Yo necesito tiempo para pensar. Para reflexionar delante de Dios sobre lo que hago. A diario o casi a diario. ¿Y tú, te detienes a pensar en la manera en que vives, o sólo vives y ya?

No hay comentarios:

Publicar un comentario