miércoles, 3 de abril de 2013

De Palabra y de Obra

Vivimos en tiempos de mucha superficialidad. Ya lo he escrito antes. Tenemos que tener muy claras nuestras "directivas" a la hora de poner nuestra confianza en los demás. Como sociedad le hemos dado mucho privilegio al "poder de las palabras", para dejarnos convencer por personalidades del ámbito político, de los medios de comunicación y de otros espacios. Ciertamente las palabras tienen poder, pero lamentablemente tenemos la tendencia a entregar nuestro tiempo, nuestro dinero, nuestra confianza, a personas que, a la vuelta del tiempo, no cumplieron lo que prometían.

Desde hace tiempo se sabe que todo aquello de la subliminalidad en los anuncios publicitarios se trata de una media verdad. Sin embargo, tienen mucha capacidad de encauzar nuestras preferencias a la hora de consumir y elegir en general. Frases pegajosas, canciones con ritmos y melodías que fácilmente repetimos, y un sinnúmero de estrategias para ganarse nuestra confianza son los mecanismos modernos para captar nuestra atención y algo más. ¿Pero acaso nos tomamos el tiempo de preguntarnos: por qué razones elegimos  tal producto, o a tal opción o persona? Me refiero a reflexionar sobre las verdaderas bondades de aquello que escogemos.

Es algo que va mucho más allá de ser un consumidor inteligente. Tiene que ver con valorarnos y llegar a entender que nuestro tiempo, el dinero que hemos ganado con nuestros trabajo, tiene valor. Eso debería hacer que nuestras escogencias fuesen algo más razonado.

Por supuesto que existen elecciones menos importantes que otras, aunque en tiempos de crisis económica pareciera que toda elección es importante. Pero lo que quiero enfatizar es el hecho de que la mayoría de las veces no pensamos lo suficiente, no comparamos opciones, no profundizamos para escoger sabiamente. Nos dejamos llevar simplemente por "lo que se dice".

Un ejemplo reciente es el de la famosa "maldición de Simón Bolívar" que supuestamente el libertador pronunció contra todo aquel que profanase su tumba. El único detalle es que Bolívar nunca dijo tal cosa. Realicé una investigación importante de los escritos del Libertador y no encontré tal frase ni otra similar. Pero como alguien dijo que él lo dijo, entonces nos la creemos y ya. Queda como una supuesta verdad. Y así pasa con muchas "informaciones" que nosotros mismos hemos ayudado a difundir irresponsablemente.

Necesitamos comprobar lo que oímos, sobre todo en asuntos importantes. Que nos conste de palabra y de hecho. De lo contrario, estamos cayendo en leyendas, mitos, chismes. Para poder confiar en informaciones dudosas, vayamos a la fuente. Investiguemos. Se dice que estamos en la era de la información. Pero también hay demasiadas "informaciones" paralelas. Así que corroboremos o mejor callemos.

Las palabras tienen mucho peso, es cierto. Pero debemos darle mayor peso a los hechos. Analizar los pasos, el carácter de una persona para poder confiar en ella. Comprobar su confiabilidad. Es triste que le confiemos nuestro futuro a personas sin la suficiente capacidad para dirigirnos. Es irresponsable darles "cheques en blanco" a quienes nos ofrecen muchas cosas pero sin que hayan dado pruebas de que van a llevar a cabo tales ofertas. Parece que siempre en la vida necesitamos dar votos de confianza, pero es mejor confiar con base en hechos y palabras, y no solamente en palabras que terminan siendo llevadas por el viento.

Bendiciones

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